miércoles, 13 de junio de 2012

Alejandro Nadal

El movimiento de los jóvenes estudiantes y no estudiantes tiene una lucidez envidiable. A través de su fuerza y rebeldía genuina expresa el rechazo de los tres candidatos que proponen la continuación y profundización del neoliberalismo. Y que, dicho sea de paso, han sugerido también el fortalecimiento de los sistemas represivos del Estado mexicano. El movimiento estudiantil tiene razón porque ese modelo y el paquete de políticas que lo sustenta está basado en la desigualdad, la precarización del trabajo y la explotación.

El neoliberalismo ha dejado un legado de pobreza y destrucción que llevará décadas superar. En materia educativa tenemos un rezago del que será difícil salir. Mucho han dicho los candidatos del neoliberalismo sobre la necesidad de impulsar un proyecto educativo, pero no han hablado sobre el daño que el PRI y el PAN le han causado al país al restringir la inversión en educación.

La gráfica muestra la evolución del gasto en educación media y superior durante los últimos 35 años. Los datos provienen de un análisis del economista Marcos Chávez y están en pesos reales de 2010. El gasto ha sido dividido entre la población estudiantil media y superior para reflejar de manera realista lo que los gobiernos federales han ido invirtiendo en este segmento de la educación.

Se puede observar en la gráfica que las dos curvas muestran claramente el desplome de la década de los años 80. En el ciclo 77-78 el gasto por estudiante en el segmento de educación media era de mil 400 pesos (todas las medidas son en pesos de 2010) y 10 años después el gasto era de sólo 616 pesos. Hacia finales del sexenio de Salinas el gasto parece irse recuperando, pero como el modelo neoliberal se nutre de ciclos de expansión insustentables, eso no era sustentable. El terrible ajuste impuesto sobre la población a raíz de la crisis de 1994-95 nuevamente reduce el gasto hasta mil 105 pesos por estudiante en 1999. A partir de esa fecha, los recursos invertidos por estudiante se mantienen estancados y hoy, al concluir el ciclo 2011-2012 el gasto por estudiante en el nivel de enseñanza media se sitúa al mismo nivel que el gasto de hace 35 años, unos cuatro pesos diarios.

La serie de datos sobre el gasto en la educción superior arranca con 4 mil 110 pesos por estudiante en la matrícula de educación superior para el ciclo 1977-78. Al igual que el caso anterior, se observa un desplome en los años 80 superior, de tal modo que el gasto se reduce en más de 50 por ciento hasta quedar en mil 866 pesos en el ciclo 85-86. Después sobreviene la engañosa recuperación en el gobierno de Salinas. La crisis de 1994-95 tuvo un efecto destructivo sobre el gasto en educación superior. Y como muestra la gráfica, hoy estamos por debajo del nivel que tenía México en 1977-78.
¿No había recursos? Claro que los hubo, pero el dúo PRI-PAN escogió canalizarlos para pagar el servicio de la deuda pública, en buena medida engordada por fraudes como el Fobaproa.

En síntesis, México tiene un atraso de 30 años en lo que concierne al gasto en educación media y superior. Los programas que ya ofrece el gobierno de créditos para la educación no son la respuesta. Aún en países como Estados Unidos esos créditos son hoy un pesado componente del endeudamiento de los hogares y contribuyen a la crisis financiera. En México el gobierno insiste en llamarles “becas crédito”, pero en realidad se quiere esconder el hecho de que el derecho a la educación se convierte en una mercancía que hay que pagar a plazos.

Detrás de estos datos se esconde un terrible proceso de precarización del trabajo y de castigo salarial. Datos oficiales (de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo) revelan que 57 por ciento de la población ocupada con un ingreso reciben hasta tres salarios mínimos (5 mil 400 pesos). Ese monto no alcanza para sobrevivir: el modelo neoliberal no puede proporcionar empleo ni prestaciones y niveles decentes de ingreso para la gran mayoría de la población. Hoy en México, 34 por ciento de los desempleados tienen niveles de educación media y superior. Eso significa que la educación no es un factor de movilidad social.

La demagogia neoliberal, que todo distorsiona, repite a los jóvenes que son el futuro de México. Pero no les dice que les ha hipotecado el porvenir y que pretende coartar su libertad al condenarles a pasar la vida en un régimen de trabajos forzados por las condiciones de precariedad e inestabilidad. Y con todo eso, los candidatos del neoliberalismo todavía reclaman para que se introduzcan las reformas estructurales entre las que destaca la completa desregulación de las relaciones laborales para que el capital pueda disponer del trabajador como material gastable. Como si la reforma laboral no se hubiera ya impuesto bajo el neoliberalismo por la vía de los hechos. Al asomarse al futuro de la Nación, la rebelión estudiantil tiene razón en cuestionar a los candidatos del modelo neoliberal.

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